La Belladona es un arbusto perenne perteneciente a la familia de Solanáceas como:
- Tomate.
- Patata.
- Berenjena.
- Pimiento (morrones, jalapeños, habaneros, de campana, pimienta de cayena, pimentón…)
- Bayas de Goji.
- Alquequenje o tomatillo.
Es un arbusto de metro y medio con hojas redondas.
Sus flores forman campanas de color verde y purpura.
Sus bayas son de color negras brillantes y su tamaño es similar al de las cerezas y su sabor es amargo que contiene un alcaloide llamado AtropinaEste es un fármaco Suprime los efectos del sistema nervioso parasimpático (es decir, es un parasimpaticolítico), ya que los receptores muscarínicos se encuentran en los tejidos efectores parasimpáticos.2 Por eso, su administración afecta el corazón, los ojos, el tubo digestivo y en otros órganos.
Historia
Los efectos de la droga convencieron a los antiguos egipcios que empezaron a usarla para “relajarse”, como narcótico. Más adelante, los griegos revolucionaron su uso, introduciéndola en las orgías dionisiacas cumpliendo una función presuntamente afrodisiaca. Su uso infundía valor en los guerreros y en algunos sitios se entretejió con rituales religiosos y con la espiritualidad misma. La belladona había llegado para quedarse y no le costó abrirse camino hasta el siglo XVI.
Los alquimistas solían utilizarla y tras ellos tomaron el relevo las supuestas brujas. Todo ello desde el oscurantismo, procurando que sus supuestos conocimientos no se filtraran al resto de sociedad, la cual, estaba utilizándola para fines bien distintos.
Fue precisamente en aquel momento cuando la droga recibió el nombre con el que la conocemos ahora: belladona. Se habían popularizado sus infusiones como cosmético entre las mujeres.
La atropina, uno de los principios activos de la belladona, dilata las pupilas y sonroja la piel, produciendo coloretes naturales.
El origen del nombre es precisamente este, del italiano “mujer hermosa”.
Hasta entonces se la llamaba atropa, por Átropos, una de las tres Morias que en la mitología griega tejían y cortaban la vida de las personas.
Átropos era la última en actuar, la que segaba el hilo, poniéndole fin a la vida de su propietario.
Una analogía que nos da pistas sobre el siguiente paso que esta droga dio en la civilización.
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